lunes, 17 de febrero de 2014

Llull se exhibe en Vitoria para dar otra victoria al Real Madrid

Cuando el Madrid tiene enfrente a un rival inferior (y sí, este Baskonia lo es) parece imposible que pierda. Quizá no sea el equipo burbujeante que en octubre­ vencía por aplastamiento. Arrastra la baja de Carroll y el desgaste físico y mental de cinco partidos en diez días (Copa y viaje a Rusia incluidos); sin embargo, en el desenlace resulta igual de implacable. El Barça, por ejemplo, siempre da la talla en duelos grandes, pero ha fallado ante rivales a los que sacaba varias cabezas. Con este Madrid eso no pasa, no lo hemos visto. El grupo está consolidado, sabe a qué juega y tiene confianza plena en su baloncesto, pero además transmite voracidad, la de un núcleo de jugadores y una afición que aún recuerda la época de las vacas flacas.

De ahí que tipos como Sergio­ Llull­, después de hacer 7.000 kilómetros en dos días, lleguen a la cancha mordiendo, con tres triples para abrir boca, que fueron siete al final: 27 puntos. El héroe de la Copa promedia en las últimas cinco jornadas de Liga 20,3 tantos y suma 24 triples de 35 intentosA su acierto se unieron Rudy (3 de 6) y Sergio (2 de 5).

Pese a la puntería, no fue un partido redondo de los de Laso, aunque lo controlaron de cabo a rabo. Desde el deportivo pasillo del Baskonia hasta el bocinazo final. Intercambiaron canastas de salida; amagaron con romper en el segundo cuarto, otra vez con Mejri destacado y los tres bases en pista (30-40); y quebraron cualquier resistencia en el tercer periodo, ante la impotencia de Nocioni y su ardor guerrero­. El argentino se picó por un mate de Mejri­ en sus narices y por el gesto excesivo del tunecino. Durante unos minutos repartió mandobles a diestro y siniestro. Y cuando parecía que enfilaría el túnel de vestuarios, Scariolo se le adelantó. Dos técnicas y descalificado. Por entonces el Madrid ya navegaba en aguas tranquilas (44-60). Dominio total.

REAL MADRID CAMPEÓN DE COPA 2014

Quinto título del Real Madrid de Pablo Laso en dos temporadas y media, en las que ha jugado siete finales, que se dice pronto. La racha que maravilló a Europa, esos 31 triunfos sin mácula, que ya son 37 en 38 partidos, tiene por fin premio gordo. Merecido. Nada ha sido en balde. El técnico entró de puntillas y ha hecho cima. Segunda Copa del Rey para el Madrid en tres años, segunda en las últimas 21 campañas. La afición madridista, que en número próximo a los dos mil gobernó con sus cánticos el Martín Carpena (“cómo no te voy a querer...”), ha pasado de creerse en un oasis perdida en mitad del desierto con los primeros éxitos a sentirse en el paraíso. En el cielo.

Vamos a ir punto a punto, a anular los contraataques, al cinco para cinco”, prometía Navarro en la previa. Lo dijo y lo vimos, como si hubiera un apuntador leyendo el guión. Duelo dormido. Su Barça angustiaba la circulación de balón y a la vez cerraba el rebote. Nada fácil. Ningún contraataque blanco, ningún tiro cómodo, poco juego combinativo; mucho sufrimiento. Los azulgrana también padecían, erraban sus siete primeros triples, pero están más acostumbrados a la pausa, y buscaban más a los pívots, más veces y más cerca del aro. Lorbek, Tomic, más Tomic (doce puntos al descanso, luego dos). En el campeón las metían Rudy y Mirotic desde la personal. Uno arriba, uno abajo, en un pañuelito.

Traje a medida para Pascual y ajeno para Laso. El Madrid no es esto, aunque ya sepa jugar a todo. Con Sergio anulado, con Bourousis del todo ineficaz. El griego solventó sus dos o tres acciones al poste quitándose el balón de encima. Pero el dato más demoledor, lo que reflejaba la zozobra, era el capítulo de robos. Cero recuperaciones al descanso. Lo que le hizo volar ante el Granca y el CAI había desaparecido. No disminuido, no: desaparecido. Y, además, añadía nueve pérdidas: 42-38 al descanso.

El Madrid podía apretar más atrás, y apretó. Muy duro. Con Draper, con todos. Los tiros del Barça eran un pelín más forzados y las opciones para rebotear y galopar aumentaban, Rudy clavaba otros dos triples y sólo la aparición estelar de Huertas (más libre en el pick and roll a cambio de frenar a Tomic) salvó la brecha (49-53). ¿Y Navarro?, desconocido, fallando hasta los tiros libres bien amarrado por Llull. Pero Sergio Rodríguez tampoco estaba, carecía del tacto habitual con el balón para armar el tiro.

Congoja total en los dos bandos. Menos de seis minutos, empate a 64. Por ahí andaba Mirotic en labor sorda, pocos tiros, aunque sacando faltas, buena aplicación defensiva, once rebotes y tres tapones. Trabajo y trabajo, que ya llegarán los focos. Y la luz le alumbró de lleno con dos tiritos de crack desde la esquina. El primero, asistido por el público, que le avisó de que se agotaba la posesión. Ni sabemos de dónde se sacó el balón. El segundo, diez centímetros más atrás en el mismo sitio, triple: 64-71. Era el de la Copa, el jaque mate, lo parecía; no lo fue.
El Barça empujó como Phelps en aquella final olímpica, con lo último que le quedaba, y con una discutida falta de Reyes en el rebote. Tras un rechace (Dorsey marró cinco tiros libres y su equipo, doce), la posesión terminó en manos de Huertas: 73-75. Apenas 23 segundos y Sergio, el Chacho, perdía un balón inexplicable. Oleson atacaba el aro y anotaba con falta de Bourousis, dos más uno. Hazaña azulgrana, remontada asombrosa, épica, y todo en el último minuto: del 68-75 al 76-75.
Restaban ocho segundos y ocho décimas para la bocina, ahora la Copa era culé. Sergio corrió hacia delante, ya no valía mirar atrás, dribló, le acosaron Sada y Papanikolaou y vio a Llull con el rabillo del ojo. Pase. Arriba, arriba y… dentro. ¡Sergio Llull! Faltaba una décima, una, el Madrid era campeón de Copa en uno de los finales más increíbles de la historia, casi al nivel del triple de Herreros. Pedazo de batalla: Mirotic MVP, Llull héroe y el Chacho desquitado, saltando y gritando enloquecido por la emoción. Cuatro meses de exhibiciones han encontrado recompensa, la primera. El Madrid vuelve a reinar, monarca del baloncesto español: 24 Copas.